Encantos ocultos, Adele Ashworth

Goodreads
Esta vez me he portado como una niña buenísima y heme aquí con la reseña del libro elegido para este mes, para que no se me quejen las organizadoras del reto (en especial mi querida Kim, que ya empieza a amenazarme con no publicar mis reseñas en su blog, cosorro).

Después de haberme cruzado con varias novelas de romántica contemporánea en lo que llevamos de año algunas buenas y otras dignas de dejarlas olvidadas en el rincón de las pelusas volvemos a la novela enagüil que tanto me gusta y que ya empezaba a echar una mijita de menos.

No tenía ninguna expectativa ni con el libro ni con la autora en sí. Pude observar que, entre la mayoría de personas que sigo por twitter, no es precisamente una de vuestras predilectas, y yo que soy bastante novata en el mundo de la lectura romántica, pues NPI de quién es esta señora.

En este libro, desde la página uno, se nos presenta a ambos protagonistas, Jonathan Drake y Natalie Haislett. Pero no vayáis a pensar que nos los presentan en una reunión de estas coñazo donde no se entera ni Penry de lo que están hablando, que si dotes para acá y tierras para allá o demás mierdas varias. No. Aquí surge una extraña combustión espontánea entre ellos durante un baile, una atracción de estas físicas que te deja totalmente deshuesada (algún día explicaré de dónde viene este término). Aquí la Natalie actúa como una total e ingenua adolescente y le pide al mozo que vayan a un lugar más íntimo a hablar. ¡A HABLAR! Que no se lo cree ni ella, vamos.

A otro con ese cuento.

El otro, que ya tiene un poco más de experiencia en el tema, ve el cielo abierto ante tal proposición, pero también se queda totalmente poker face porque, a ver chati, que no me conoces de na y eres una niña reputada, hija única de una buena familia. ¿A DÓNDE DEMONIOS PIENSAS MANDAR TU REPUTACIÓN DE SEÑORITA COMETIENDO SEMEJANTE BARBARIDAD?


Aquí marcándonos un Escondidos en toda regla.

De esta guisa empieza el libro. Por suerte, Jonathan decide cortar la situación y deja su boa a resguardo, pero ahí van a despertar una serie de sensaciones en Natalie que la van a tener patidifusa por el resto de los tiempos, mientras que Jonathan seguramente tuviera que afilar el sable esa noche.

Que no Natalie coñio, que estás to buena pero eres una criaja.

Pasan los años y volvemos a encontrarnos con la señorita Natalie, que sigue siendo una jovencita pero ya empieza a sentir la presión social de casarse. Le ha salido algún pretendiente que otro pero no le convence ninguno. Una puede pensar que sigue enamoradísima después de su mini encuentro con Jonathan, pero resulta que éste se ha convertido en un Don Juan pendenciero. Lástima.

Si es que todos son iguales, Natalie.

La otra opción que se nos pasa por la cabeza es que, quizás, la muchacha haya madurado y ya no se enamora a primera vista o tiene fantasías con maridos estupendásticos. Porque ya no es una niña, así que algo más le tiene que regar el cerebro.

Pues no. Ahora resulta que la chiquilla se nos ha enamorao del caballero negro, pero que ni es negro ni es Batman, no. Ya quisiera ella. El caballero negro es un hombre misterioso del que nadie sabe su identidad, y que vendría a ser una mezcla de Robin Hood y Casanova. Y claro, se oyen multitud de historias por ahí y la Natalie pues empieza a fantasear. Que ella no se quiere casar con un rancio de esos y quedarse en casa al cargo de los hijos y blablabla. Que ella quiere aventuras y viajar y tal y cual, así que el caballero negro es la propuesta ideal. Además dice que tiene la sensación de que el caballero negro la está esperando a ella. ¡Cágate lorito!

- Pero natalie, que el caballero negro también
se va con una distinta cada noche.

- Es el caballero negro, no importa. En cuanto me vea
se quedará prendado de mí y ya no querrá irse con otra.

Entonces la muchacha, ni corta ni perezosa, decide presentarse en casa de Jonathan a altas horas de la madrugada para pedirle que le presente al caballero negro, que sabe que lo conoce porque se lo ha dicho Fulanita. Y Jonathan, que todavía afila el sable pensando en Natalie, acepta la propuesta y decide llevársela a Francia, que es donde está el susodicho caballero. Pero lo que quiere realmente es conseguir que la muchacha se enamore de él en ese viaje, que ya el hombre tiene una edad y está cansado de probar guaridas diferentes para su boa. Quiere ya la definitiva.

Aquí Jonathan perfeccionando sus artes de
seducción para conquistar a su Natalita.

Si bien todo esto me parece una soberana tontería de argumento, también es cierto que los diálogos entre ellos son de ponerte a la misma temperatura que una sartén a punto de freír un huevo. Se palpa la tensión sexual en muchas ocasiones, aunque personalmente siento que el nivel de calorreo baja bastante a medida que vas leyendo, hasta dejarte a temperatura de Burgos. La Natalie es una pesada de tres pares de narices que está todo el rato diciendo que no quiere ser la amante de Jonathan, pero luego bien que le gusta dejarse besar y manosear, para después cabrearse porque ha caído de nuevo en la tentación. Y así constantemente.


Natalie calorreando con Jonathan


Natalie arrepintiéndose y asegurando que una y no más, Santo Tomás

La historia de intriga y dolor de barriga que tenemos de fondo con el famoso caballero oscuro y un robo, y un rey, y unas cartas, y no sé qué mierdas más, ha pasado por mi vida sin ton ni son. Sólo destaco al personaje de Madeleine DuMais, que al principio me caía gorda, pero que luego resultó ser la única que puso a la Natalie en su sitio. Bien por ella.

Amoh a veh Natalie coñio, deja ya de mareá tanto la perdiz.

La historia en sí es bastante previsible, y no le faltan los clichés básicos que se estudian en primero de teleflín, como son la típica discusión matrimonial justo antes de terminar el libro con su debida reconciliación final.

Anda moza, no te cabrees, que yo te quiero una jartá.

Yo de verdad que ya no sé si el problema soy yo o es que de verdad no estoy teniendo mucha suerte con los libros que estoy leyendo. O quizás el problema sea que comencé el año con Y entonces él la besó y Flores en la tormenta, y ya nada de lo que leo me termina de convencer como para otorgar un Colin o un Liam. Este libro tenía toda la pinta de llevarse un Liam como poco (esa escena en la playa es de un calorreo supremo) y lo mejor es que la autora lo consigue sin llegar a la consumación. Pero la historia empieza a resultar soporífera, al borde ya del pertiguismo lector, y cuando llega la consumación, que debería haber sido el culmen de la historia, algo sumamente esperado después de tanta tensión entre ambos, termina resultando infinitamente laaaargo. Por lo menos en mi opinión personal, me ha parecido hasta aburrido. Es por ello que me pongo a pensar en libros anteriores y me doy cuenta que en Flores en la tormenta dichos momentos también eran bastante largos y con todo lujo de detalles, pero lo que te transmite Kinsale en esas escenas es pura magia. No sé si es el léxico o qué, pero Adele Ashworth no ha terminado por ponerme a temperatura Sahariana, y eso que pintaba bien...

Así, tras mucho meditarlo, le doy en mi evaluómetro un...

Sería Richard y medio en verdad (2,5),
pero desde luego no llega a la sombra de Jeremías.

1 comentario:

  1. Pues me quería animar con esta historia, pero ahora me has dejado un poco fría
    Mala pata empezar con esas dos joyitas, que enturbian las futuras lecturas, por supuesto jajajaja
    Un besote

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